Los celos forman parte del desarrollo socioafectivo de los niños, y también nos acompañan a lo largo de nuestra vida, en otros contextos más elaborados. Expresan nuestro miedo a la pérdida, la inseguridad que genera la idea de poder ser sustituidos dentro de un marco de relación emocional.
Ante situaciones como la llegada de un hermanito, por ejemplo, los padres también le transmiten miedo y ansiedad al niño. Les surgen dudas sobre cómo abordar el nacimiento, la adaptación del nuevo miembro y poder seguir dándole la misma atención, que estaba recibiendo el primer hijo, hasta el momento.
Los padres además de pensar que sus hijos se beneficiarán aprendiendo unos de otros, sienten inseguridad de que se enfrenten y surjan conflictos. La rivalidad es algo normal, es una competencia por obtener el cariño de los padres que, sin sobrepasar un cierto grado, ocurre con normalidad en todas las familias.
Cuando hay una buena relación entre los padres y el niño, en lo que se refiere al establecimiento de un vínculo seguro, que no dependiente… es menos probable que los celos supongan un problema, y la situación se irá normalizando paulatinamente y de manera espontánea.
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